¿Qué tipos de estrés existen?
Vivimos en una sociedad afectada por multitud de tipos de estrés. En ocasiones, son difíciles de distinguir o incluso de diagnosticar; y puede que ni siquiera seamos conscientes de sufrirlos, pues hemos llegado a aceptar los síntomas y consecuencias del estrés como parte de la vida diaria.
Índice
Por eso, hoy vamos a analizar los tipos de estrés, cómo puede afectarte cada uno de ellos y cómo tratarlos.
¿Qué tipos de estrés existen?
Según la Asociación Americana de Psicología, existen diferentes tipos de estrés, cada uno con sus propias características, síntomas, duración y enfoques de tratamiento:
Estrés positivo
El estrés positivo surge cuando la persona se enfrenta a la situación con la intención de extraer algo beneficioso.
Este tipo de estrés provoca motivación y energía, y es el que encontramos, por ejemplo, en los deportistas antes de una competición.
Estrés negativo
El estrés negativo, también llamado distrés, es aquel que produce ansiedad ante una situación que nos consideramos incapaces de controlar.
Afecta a nuestro organismo y puede provocar reacciones físicas y psicológicas.
Este es el tipo de estrés que perjudica a nuestra salud y que, por tanto, debemos combatir.
Estrés agudo
Es el tipo de estrés más habitual. Se origina por las exigencias a las que nos sometemos y de nuestra incapacidad para centrarnos en el presente.
En pequeñas dosis el estrés agudo puede resultar positivo, pues nos anima a actuar, pero si no sabemos atajarlo a tiempo, puede agotar a quien lo padece y producir graves consecuencias mentales y físicas como:
- Irritabilidad.
- Ansiedad.
- Depresión.
- Frustración.
- Dolores de cabeza tensionales.
- Problemas musculares: de espalda, mandíbula, problemas en tendones y ligamentos o contracturas.
- Problemas estomacales o intestinales: acidez, diarrea, estreñimiento, flatulencia o síndrome del intestino irritable.
- Taquicardias, palpitaciones, mareos, migrañas.
- Dificultad para respirar.
- Dolor en el pecho.
Este tipo de estrés se caracteriza por ser muy localizado en el tiempo, por lo que, si se sabe manejar, no llegará a causar daños importantes.
Estrés agudo episódico
Cuando el estrés agudo se repite de forma continuada, pasa a convertirse en estrés agudo episódico, es decir, recurrente.
Esta situación se produce ante:
- Personas que asumen demasiadas responsabilidades.
- Falta de organización.
- Elevada autoexigencia.
- Alta competitividad.
- Personalidad impaciente.
- Preocupación constante.
Esta situación puede agravar los síntomas del estrés agudo y provocar otros por acumulación:
- Irritabilidad.
- Ansiedad.
- Dolores de cabeza tensionales y persistentes.
- Migrañas.
- Hipertensión.
- Dolor en el pecho.
- Posibilidad de desarrollar enfermedades cardíacas.
Las personas que sufren estrés agudo episódico representan el claro ejemplo de alguien que ha asimilado los síntomas del estrés hasta no ser consciente de que ocurra nada malo. Esto puede representar un grave problema a la hora de enfrentarse a cualquier cura, pues el estrés agudo episódico requiere una intervención tanto médica como psicológica, que exigirá el compromiso del paciente durante los meses que dure el tratamiento.
Estrés crónico
Cuando el estrés agudo se alarga en el tiempo, sin periodos de relajación, se convierte en estrés crónico.
Es un tipo de estrés que surge ante situaciones complejas y duraderas:
- Problemas financieros.
- Familias disfuncionales.
- Problemas laborales.
- Traumas infantiles interiorizados.
o incluso
- Situaciones bélicas.
- Conflictos sociales.
Este tipo de estrés supone un desgaste físico y mental que afecta a todas las facetas de la vida y agrava los síntomas del estrés agudo.
El estrés crónico es el tipo de estrés más grave y puede provocar consecuencias severas para quien lo padece:
- Ataques de violencia.
- Apoplejía.
- Cáncer.
- Ataque al corazón.
- Crisis nerviosa.
- Suicidio.
Factores de riesgo del estrés
Uno de los elementos más importantes para combatirlo es saber cuáles son las causas del estrés. Estas pueden ser psicológicas y ambientales, aunque los expertos coinciden en que el verdadero desencadenante del estrés es una mezcla de ambos factores combinados.
Causas psicológicas
Locus de control
Los locus de control son esa sensación de que las cosas que ocurren se deben a lo hacemos (locus de control interno) o a causas externas que no podemos modificar (locus de control externo). Las personas que creen que no pueden controlar lo que ocurre (locus externo) sufrirán estrés al sentirse impotentes.
Timidez o introversión
Las personas más tímidas o introvertidas sufren mayor presión ante situaciones difíciles debido a la tendencia a encerrarse en sí mismos y a su incapacidad para enfrentarse a lo que pueden considerar amenazas.
Autoinfluencia
Esto es la forma concreta en que cada persona reacciona a una determinada situación. Unos lo harán con calma y a otros les generará ansiedad y estrés.
Predisposición a la ansiedad
Determinadas personas sufren predisposición a caer en estados de ansiedad ante situaciones de incertidumbre, por lo que padecen mayor propensión al estrés.
Agentes ambientales o externos
Rotura de la costumbre
El final de algo a lo que estamos acostumbrados siempre resulta difícil de asimilar, pues nuestra mente está preparada para mantenerse en su zona de confort.
El suceso inesperado
Cualquier acontecimiento que no hayamos previsto o para el que no nos hayamos preparado, ya sea malo o bueno, supone una rotura de la costumbre y, por tanto, un foco de desestabilización que puede provocar una situación de estrés.
La contradicción del conflicto
Ante cualquier conflicto, nuestra mente se sumerge en una situación de caos. Para recuperar el control, debemos focalizar nuestra atención en el problema y en encontrar las herramientas para solucionarlo. Este esfuerzo produce una considerable fatiga mental y un estrés ante la ansiedad generada.
La frustración ante lo inevitable
Esta es una de las causas ambientales de estrés más habituales y, al mismo tiempo, que generan una mayor ansiedad. Lo provoca la indefensión ante situaciones que no podemos controlar: desastres medioambientales, fallecimientos de seres queridos. Sabernos incapaces de luchar contra algo así fuerza nuestra mente hacia una situación de ansiedad agotadora, al no ver salida ni solución al problema.
El estrés laboral
Dentro de los diferentes tipos de estrés, el estrés laboral es uno de los más frecuentes, debido al exigente ritmo de vida que llevamos.
Según el Instituto Nacional de Seguridad y Salud en el Trabajo, el estrés laboral tiene efectos sobre la salud, tanto física como mental, pero también sobre cómo se realiza el trabajo y, por tanto, sobre absentismo, rendimiento y productividad.
Causas del estrés laboral
Las causas del estrés laboral son muchas, y de ellas depende que el estrés sea puntual o crónico, positivo o negativo:
- El acoso laboral: sufrir acoso en el ámbito de trabajo puede producir una situación de estrés laboral negativo que llegue a volverse crónico.
- Sobrecarga de trabajo: tener demasiado trabajo y la sensación de no ser capaces de llevarlo a cabo.
- Salarios bajos: la situación económica precaria más la sensación de no ser valorados en el trabajo pueden ser causa de estrés.
- Falta de motivación: ya sea porque no nos guste nuestro trabajo, como por la falta de incentivos o reconocimiento, podemos sufrir estrés crónico.
Estrés laboral positivo
El estrés laboral positivo es aquel que produce una respuesta adaptativa, que nos permite acondicionar nuestro modo de ser o trabajar a las exigencias de la situación, de forma que no provocará daños a la salud física ni mental. Por ejemplo: el estrés ante un primer día de trabajo o ante una reunión importante.
Estrés laboral negativo
Si la situación de estrés se alarga en el tiempo y deja de provocar una respuesta adaptativa para afectar a la salud del trabajador, el estrés se convierte en negativo y exige una toma de medidas para evitar que pase a ser crónico.
En resumen, luchar contra los diferentes tipos de estrés
El estrés puede producirse por una gran cantidad de motivos diferentes y corresponder a diferentes tipos. Cada uno de ellos requiere su propia forma de actuar, y por eso es tan importante saber reconocerlos y conocer las herramientas adecuadas para luchar contra ellos.